Los dolores de cuello: causas y recomendaciones para evitarlos

dolor cuello

Los músculos del cuello y hombros soportan el peso de la cabeza y trabajan en exceso para tratar de recuperar la curva normal de las cervicales. Por eso es muy común terminar con dolorosas contracturas que, además, causan dolores de cabeza.

Así las cosas, las tensiones en la musculatura se acumulan y, a largo plazo, producen las condiciones de compresión y fallos mecánicos que comienzan la degeneración de la columna. Con el tiempo, esa degeneración afecta el disco y puede, entre otras cosas, crear hernias discales o protusión de disco.

El dolor de hombros y cuello es uno de los más frecuentes y la mayoría de las personas lo va a padecer en algún momento. Sin embargo, se puede combatir si se conocen los músculos implicados y cómo fortalecerlos.

Para tratar este tipo de dolor, el masaje puede ser útil, aunque sólo subsana los patrones de distorsión que conlleva el problema. En cambio, reposicionar las vértebras en su sitio sirve para trata el dolor de raíz. Un quiropráctico, por ejemplo, corrige la posición de las vértebras y normaliza las tensiones musculares que provocan los dolores.

Para aliviar este tipo de afección, y prevenir, se recomienda hacer estiramientos que impliquen movimientos en todas las direcciones y cambiar de postura con frecuencia a lo largo del día.

Las causas

  • Debilidad en los músculos: La falta de ejercicio debilita los músculos, lo que favorece que se vean más afectados por las malas posturas o el estrés.
  • Malas posturas: Pasar muchas horas en una misma postura, vuelve más rígidos a los  músculos.
  • Doblarse hacia adelante: La gente que trabaja sentada, por lo general se inclina hacia adelante, generando una mala postura y posible dolores.
  • Factores emocionales: Muchas veces, los dolores cervicales son la expresión de una tensión emocional (preocupaciones, ansiedad, estrés).

Cómo evitarlo

  • Duerme en un colchón firme: Para mantener la cabeza de manera horizontal.
  • Evita dormir con almohadas muy altas: Las ideales son las de espuma desmenuzada. Una alternativa interesante son las almohadas cervicales, porque le dan más apoyo a la cabeza.
  • Prueba a dormir sin almohada: Probablemente tu cuello no la necesita.
  • Siéntate siempre en una silla firme y en una posición correcta: La espina dorsal también incluye los huesos que están en la base del cráneo, y si no tiene el soporte adecuado, tendrás más posibilidades de padecer dolores en la zona del cuello y hombros.
  • Usa una toalla enrollada para sentarte: Así, alinearás mejor la columna vertebral y, en consecuencia, el cuello.
  • Levanta objetos del suelo con cuidado: Dobla tus rodillas y mantén la espalda recta con las piernas abiertas, en lo posible, encima del objeto. Para subirlo, ponlo lo más cerca posible del cuerpo.
  • Evita los zapatos de tacón demasiado altos: Desvían la columna y provocan que el cuello salga hacia adelante, produciendo mucho dolor.
  • Nunca duermas boca abajo: Además de perjudicar la espalda, también daña las vértebras del cuello. Opta por la posición fetal.
  • Abriga tu cuello cuando hace frío o hay humedad: Aún en las noches de verano, porque la brisa agrava la rigidez y los dolores del cuello.

Alejandra Boldo

Fuente: www.diaadia.com.ar

Hablemos sobre la Biomecánica de la Marcha

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El estudio biomecánico de la marcha o pisada consiste en el análisis del pie en posición estática y dinámica, así como su relación con otras estructuras del cuerpo (como la rodilla, la cadera o la columna). Realizando un correcto estudio de la marcha podemos prevenir la aparición de lesiones musculares y osteoarticulares como los esguinces de repetición, metatarsalgias, fascitis plantares, espolones calcáneos, tendinitis, sobrecargas musculares, condropatías, basculaciones pélvicas, etc.

En otro orden de ideas, la marcha humana es un modo de locomoción bípeda (ambos pies) con actividad alternada de los miembros inferiores, que se caracteriza por una sucesión de doble apoyo y de apoyo unipodal; es decir que durante la marcha el apoyo no deja nunca el suelo, mientras que en la carrera, como en el salto, existen fases aéreas, en las que el cuerpo queda suspendido durante un instante.

Desde una óptica dinámica, la marcha es una sucesión de impulsos y frenados, en los que el motor o el impulso se sitúa a nivel del miembro inferior posterior y el frenado en el anterior. Más que el desarrollo de un reflejo innato, la marcha es una actividad aprendida.

Durante los primeros años de su infancia el niño experimenta con su sistema neuromuscular y esquelético, hasta llegar a integrar esta actividad a nivel involuntario. Hasta los 7 u 8 años no se alcanza la marcha característica que una persona muestra en la edad adulta. Aunque algunas variables dependientes del crecimiento -como la longitud del paso- continúan evolucionando hasta alcanzar los valores típicos del adulto, alrededor de los 15 años. Pese al carácter individual de este proceso, las semejanzas entre sujetos distintos son tales que puede hablarse de un patrón característico de marcha humana normal; patrón que varía con diferentes circunstancias como: el tipo de terreno, la velocidad, la pendiente y, sobre todo, bajo determinadas condiciones patológicas.